jueves, 18 de noviembre de 2010

La Soltera

La soltera es una mujer alta y de pecho escueto. Tiene el pelo corto como protesta hacia su feminidad. Sus ojos -pequeños, negros, rasgados desde niña- brillan audaces. La piel ya se está apagando, y luce unas pocas arrugas que nacieron en la risa y en los gestos de lectora compulsiva. A veces, delante del espejo, juega a estirarse las mejillas, como ha visto hacer antes a su madre, a su abuela. Unida eternamente con su género por la coquetería.

A la soltera se le pasan los días y no sabe cómo. Cada mañana se levanta con el propósito firme de domar por fin su vida. Y luego, al salir de la ducha, se le revuelven las tripas sólo con pensar que ha abandonar su hogar. Esa casa de la que ha desterrado recuerdos inútiles -ni una fotografía de su pasado lejano- y va llenando de objetos con los que llenar el tiempo: libros, música, un piano.

La soltera está enamorada de un hombre al que escribe cartas de amor en sobres amarillos. Su gesto ritual se repite a menudo: la pluma debe estar cargada de tinta azul, la cuartilla blanca que tanto le cuesta conseguir, el silencio. Son más de cien las veces que ha pegado el sello, paseado lentamente hasta el buzón de correos. Son otras tantas las que no ha recibido respuesta.

Él le da las gracias por esa correspondencia ardorosa -es un hombre muy educado- y guarda las cartas en una caja verde de cartón.



3 comentarios:

  1. "Todas las cartas de amor son ridículas"

    (por Fernando Pessoa, llamado Álvaro de Campos)


    Todas las cartas de amor son
    ridículas.
    No serían cartas de amor si no fuesen
    ridículas.

    También escribí en mi tiempo cartas de amor,
    como las demás,
    ridículas.

    Las cartas de amor, si hay amor,
    tienen que ser
    ridículas.

    Pero, al fin y al cabo,
    sólo las criaturas que nunca escribieron cartas de amor
    sí que son
    ridículas.

    Quién me diera en el tiempo en que escribía
    sin darme cuenta
    cartas de amor
    ridículas.

    La verdad es que hoy mis recuerdos
    de esas cartas de amor
    sí que son
    ridículos.

    (Todas las palabras esdrújulas,
    como los sentimientos esdrújulos,
    son naturalmente
    ridículas).

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  2. Magnífico el poema de Pessoa y, cómo no, la versión femenina del post anterior. Pero, ¿todavía alguien escribe cartas de amor con pluma sobre cuartillas?

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  3. Pues alguien habrá, digo yo. Hay gente pa tó.

    Pero esto tampoco tiene por qué reflejar la realidad.

    (Menudo coñazo, y disculpad, si así fuera).

    Gracias,.

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Oh, ¡hay vida!