martes, 29 de septiembre de 2009

Luz

Yo nunca había pisado los cantos mediterráneos: jamás había abandonado la arena de terciopelo de las costas norteñas.

Acostumbrada a esas playas, eternas, me sorprendí acurrucada en una breve curva; un paréntesis blanco y gris, brillante, que lamían olas efímeras, golpes de aliento.

No importaba cómo se clavaban las piedras en los pies desnudos: quemaban al sol, estaban vivas.

Escondí una entre mis prendas y nos prometimos volver.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Aire

G. era impecable en las formas: un perfecto caballero. Su sola presencia traía ecos de algunos retratos de Singer Sargent, o de esas últimas reproducciones de los zares de barba pelirroja y afilados ojos azules.

Fascinaba observar el ángulo perfecto que formaba su espalda al besar la mano de su madre, su capacidad para anudarse la corbata de siete maneras diferentes, el modo de acariciar y reconocer los tweeds.

No fue nunca un buen esposo. Tan pendiente estaba de los arabescos, de la sociedad, de los breves jeribeques con que debía adornarse su matrimonio... que la ternura quedó siempre relegada al compromiso, y esta era más representación que creencia.

Ahora no sé cómo está, y me da miedo asomarme siquiera a un borde de su alma.

Aunque a veces recuerdo cómo escapaba de sí mismo entre mis brazos, un segundo, y cómo inmediatamente se avergonzaba de su debilidad y luchaba por recomponer el gesto, ordenar el hogar.

Bailemos. Somos libres.

lunes, 14 de septiembre de 2009

F.F.

Aborrecía las masas. Aún lo hago. Pero, por haberme dado unos días de paz interior (o mejor dicho, de irreflexión, de ímpetu desatado) me he convertido en una más.

Con todos esos iguales me he emborrachado, y me he dejado las cuerdas vocales en cánticos prácticamente tribales.

Digamos que para poder criticar algo es necesario conocerlo desde dentro.

Digamos que la resaca me ha durado casi tres días y que todo lo que he hecho será negado fervientemente tanto por mí como por todos mis compañeros.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Perfecta

Quiero emborracharme entre tus brazos. Que por fin me veas desencajada. Quiero que me ayudes a llegar tambaleante aunque sea hasta esa esquina, entre dos coches, sobre un charco.

Necesito mostrarme ante ti fea, banal, previsible, aburrida, sin peinar. Enfadada, incongruente, impaciente. Quiero exigir atenciones como una niña caprichosa. Ordenarte que me mires, que me cantes, que me abraces aunque no te apetezca.

Y después, cuando haya sacado toda la artillería, cuando ya no pueda ser más desagradable, o más real, por ser yo el cúmulo de mis defectos. Después, te digo, darme cuenta de que también te conmueve todo eso tan malo que hay en mí.

Pero no me atrevo.