Y tú dices que estás a gusto, como con una manta, con un gato ronroneando sobre tus piernas, una sopa recién hecha, el sol templado a través de los párpados cerrados, el sonido de las hojas de los chopos agitadas brevemente por el viento.
Me resigno a igualarme a esos detalles.
Pero confieso que hubiese querido ser, al menos por un día, equiparable a un huracán.
lunes, 29 de junio de 2009
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El buen tiempo dura más que el huracán, así que tú verás.
ResponderEliminarMe has convencido: anticiclón para siempre.
ResponderEliminarSi es que tienes una labia...
Bueno, escribiendo ya eres un pequeño tornado...
ResponderEliminar:)
Por historias personales, llevo tiempo pensando escribir sobre quienes ansían(en asuntos emocionales)los huracanes y quienes, por el contrario, deseamos la calma. Estoy seguro de que mis tesis no convencerán a la mayoría de las mujeres, pero qué se le va a hacer. Un beso.
ResponderEliminarÉngañales, Miroslav. Que se crean Bertas. Nos gusta sentirnos poderosas.
ResponderEliminarSemifusa:yo soy mucho ruido, pocas nueces.
Gracias por venir. De verdad.
Besos.