Pasó por mi cama gimiendo y mordiendo, tal como yo había deseado.
No entendía mucho de lo que le susurraba y cuando le dije que parecía una estatua griega me contestó, tras pensarlo aparentemente despacio y frunciendo un poco la frente infantil: "Eso es bonito".
Era increiblemente guapo, olía bien, y ni siquiera estoy segura de su nombre.
Atesoro su tacto.
Qué suerte poder quedarme con el recuerdo de su imagen intacta y jamás corrompida por la realidad.
Perfecto ya para siempre.
jueves, 18 de junio de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
¿Parecía una estatua griega porque todo lo tenías que hacer tú y él no hacia nada o porque "la" tenía convencionalmente chiquita? En fín, no lo veo tan bonito, yo que soy estrusco y priápico
ResponderEliminar