Te miro. Disecciono. Espío.
Y cuanto más te conozco, cuanto más real eres
y te alejas más
de
esa imagen que soñé.
Cuando me descubro disgustada por tus defectos.
Más te amo.
Y me repito
que no debe ser así.
Me ordeno
tajantemente
inmediatamente
de modo casi ritual
despreciarte unos instantes.
Me impongo no necesitarte.
Es por mi bien, me digo.
Y luego me sonrío,
porque al pronunciar “mi bien”
te he nombrado.
viernes, 14 de enero de 2011
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