martes, 14 de julio de 2009

Viaje

Me duenta Emilio que en Sarajevo han empezado a sacar las terrazas a las plazas antes que a reconstruir los edificios. Que, tras la guerra, ríen más que lloran y todos quieren volver a empezar, sí, pero sin dar tregua a la sonrisa, a la calle viva.

Emilio está, como tantos, asustadísimo, porque la felicidad se le ha ido de las manos.

Es un hombre amable que se acaricia la barba prematuramente entrecana mientras esconde en su sonrisa el aguijón de los recuerdos crueles o de las esperanzas rotas o de la incapacidad para entender cómo ha llegado a esto.

Emilio, y yo también -me digo-, debe hacer como los bosnios.

Plantemos sombrillas y mesas entre los escombros.


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Oh, ¡hay vida!