En este instante cedo mis muslos a tus dientes; mis pechos a tus manos, mi imagen a tu mirada más perversa.
Esta curva de la cintura, a tu aliento.
Exactamente este lunar que es pequeño y oscuro como la noche, a tu lengua.
Quédate con todo eso y sea a cambio de nada.
Para otorgarte el resto, que es mi mejor bien pues lo he pulido durante eternidades -así me lo parece, espera eterna- quiero tu abrazo sincero y un quiebro de la voz al contestarme.
Así lo firmo y mando.
lunes, 12 de julio de 2010
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Eso, pon condiciones. Cuánto tiempo sin publicar (o la lujuria no te deja o todo lo contrario). Un beso.
ResponderEliminarTengo la costumbre de darle al play después de leer el texto. En este caso, he visto que lo correcto era hacerlo antes de empezar a leer.
ResponderEliminarEstremecedor y barroco, lleno de claroscuros.
Un saludo.
Sin palabras, sin aire, sin sangre... un momento suspendido en el espacio, todo se ha parado después de leerte.
ResponderEliminarUn beso, Eva.
Exacto. ¡Qué lujuria! ¡Qué entrega! ¡Qué exigencias! Ejem… ¡Qué leches!
ResponderEliminar(Pero bonito y procaz, poético y en su justo tono puerco, como debe ser)
JAJAJAJA. Lansky, es exactamente lo que esperaba de ti. A veces me pongo egoista, qué se le va a hacer.
ResponderEliminarA veces bruta, también. Es buena mezcla.
Eva, muchas gracias. Lo cierto es que me siento desbordada ante semejante piropo.
Rubentxo, ya sé que eres todo un melómano. Me alegra que te haya gustado.
Miroslav: demasiado tiempo, pero esto va a empujones. La lujuria....ay, lo que inspira ese maldito impulso (sí, también a nosotras).
Un beso enorme a todos.