Cierro los ojos y noto el sol, que pica.
Al conducir, veloz sobre estas llanuras, pienso que la tierra y mi carne tienen casi el mismo color. Mientras tanto, la sombra de los pinos azulea, en una estela que resulta extraña entre este brillo circundante.
Coltrane habla de un ser supremo hecho sólo de amor y, asintiendo, me sumerjo en la blancura del horizonte mientras me nutro de una mirada desconocida.
domingo, 18 de julio de 2010
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Coltrane era tan buen jazzman como elemental teólogo
ResponderEliminar"La tierra y mi carne tienen el mismo color".
ResponderEliminarMe apunto, con tu permiso, esa frase para utilizarla. Todavía no sé dónde ni para qué, pero la utilizaré. Desde que la he leído, no deja de repiquetear en mi psique maltrecha.
¡Abrazos!