lunes, 11 de enero de 2010

Buzón de voz

Como no se gusta -aunque no siempre: a veces disfruta el personaje que ha creado para relacionarse con el mundo- le escuece la vida.

Se mantiene gracias a un equilibrio doloroso: debe controlar cada movimiento, establecer hasta dónde llega una relación. Es honesto, por eso desaparece cuando olisquea que se acerca una de sus tormentas. Entonces, ya sólo emite silencio (a veces camuflado de una verborrea sin sentido con la que oculta la tempestad por la que está pasando) y yo trato de entender qué espera de mí o de no sentirme demasiado reponsable o de hacerle llegar -tantas veces a destiempo- una muleta que ni siquiera sé si le es útil.

(Ya sabes cuál es mi mensaje).

2 comentarios:

  1. Tú no eres el problema: él es el problema. Por fortuna lo sabe.

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  2. Admiro mucho la coherencia, Lansky. A quien no hace trampas, jamás se las haré.

    Otra cosa son los sinsorgos, que de esos está el mundo lleno.

    Abrazo.

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Oh, ¡hay vida!