No, para brillar no hace falta adornarse de adverbios de humo, de léxico que no atina; como una flecha ornada con tantas plumas que apenas vuela una milésima de segundo antes de caer a plomo.
Qué suerte tener tanto por leer, cuántas películas he de llorar aún, y qué de músicas me quedan por escuchar mientras me quedo sin respiración.
Qué suerte saber que, a pesar de los pesares (de esta sociedad), sobrevive la autenticidad en algunos creadores.
El pan de oro se ponía por debajo de las pinturas: el Maestro rascaba despúes y lo hacía surgir, armonioso. Ese es el truco: lo que está a la vista no es real.
martes, 1 de diciembre de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Estás sembrada y alerta. Inmejorable
ResponderEliminarUf, gracias. Conociendo tu ecuanimidad me lo tomo como un señor halago. Besos.
ResponderEliminar