miércoles, 21 de octubre de 2009

Macho

La soledad ha traído consigo el aprendizaje de gestos que hasta ahora consideraba exclusivos de aquellos tocados por el dedo del bricolage, la estrella de la habilidad, la suerte del manitas.

Parece mentira la facilidad con que se asume la inutilidad propia, siempre y cuando haya alguien dispuesto a sacarnos las castañas del fuego.

Bien, no es una gran hazaña. Pero, inmediatamente, al descubrir en mí esta sorprendente capacidad para cambiar siete halógenos fundidos o instalar una lámpara he recordado aquella habitación propia de la Woolf.

Y ya me veo pintándola de color "té verde". O de algún otro tono incomprensible para los hombres.

7 comentarios:

  1. vale, si ahora resulta que el té verde ese es un color y no un sabor bien empezamos

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  2. Y el pistacho, y el melocotón, y el guinda, y...¡la sepia!

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  3. Si sólo fuera necesaria una "habitación propia"...

    El color té verde es una buena elección!!!

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  4. Vale, preciosa, pero si a mi me pintas una habitación...uhm...color berenjena me hago un pisto (en realidad ratatui marsellés, el pisto hispano es con calabacín). Las tías estáis como cabras, de ahí vuestra fama de más sensibles, como las cabras.

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  5. Vale, tipo duro. Si me haces semejante exquisitez delego en tí la elección de tono aunque no incluya un nombre exótico. Cuatricomía a secas, sin mezclas.

    LAs tías sí estamos como cabras, pero es hormonal y quiero suponer que parte de nuestro encanto. No nos lo tengas en cuenta.

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  6. La parte hormonal, y sus consecuencias claro, es de hecho la parte que más me gusta de vosotras, pero también la que más me complica la vida (¿le pongo unos trocitos de atún al ratataui?)

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  7. Oh, Lansky. Tú sí sabes cómo hablarle a una mujer. Con atún, por supuesto.

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Oh, ¡hay vida!