lunes, 17 de agosto de 2009

Retorno

Sentada sobre la arena -mullida, ardiente: cúmulo de sol e historias- abrazé mis rodillas, apreté los dientes, cerré los ojos.

En esa oscuridad todo parecía mucho más claro: el golpe de las olas acompañaba mi modorra. Las risas ajenas ya no sonaban tan desagradables.

Sé que no envidio los cuerpos esbeltos, las melenas feroces, los saltos audaces. Tal vez un poco a aquellos pequeños grupos familiares que proyectan, de nuevo, una imagen pictórica debajo de sombrillas azules.

Vuelvo sin saber bien qué esperar.

Y no encuentro consuelo en la costumbre.


5 comentarios:

  1. Pues has elegido para tu vuelta uno de los textos más hermosos de Wagner. La súplica a la estrella vespertina, por parte de quien bien ama, para que cuide a su amada en el valle oscuro de la muerte. El amor vencedor de la muerte. No es poco para un regreso. No es poco que esperar. Puede valer toda una vida.
    Un abrazo.

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  2. También hubiera valido, fíjate: "Apreté las rodillas, cerré los dientes, abracé mis ojos" ¿No?

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  3. Qué razón tienes... Yo me siento así infinidad de veces.
    Aunque las imágenes idílicas no siempre son lo que parecen...

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  4. Qué lista, Freia. Trataba de hacer mía la súplica de Tannhauser. Es verdad, qué música y letras tan hermosas. No me sorprende que Visconti la utilizase hasta la saciedad en su Ludwig, ese rey loco que idolatraba a Wagner.

    Lansky, hagamos variaciones: apreté mis ojos, cerré las rodillas, abracé...mmmm... no, abrazar dientes lo veo complicado.

    Insustancial (me da apuro llamarte así, mujer). No tengo razón, hoy no al menos. Cada día un estado. Agotador.

    Gracias a todos por las visitas, qué calor.

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  5. Welcome back. ¿Y de qué quieres consolarte, mujer? En fin, que sobrelleves lo mejor posible el calor (a mí me mata). Un beso

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Oh, ¡hay vida!